Ahora siento ese frío que poco tiene que ver con el clima, porque además, Lorenzo hoy pega con fuerza, brilla glorioso, allí arriba, inalcanzable, haciendo gala de su poderío, eclipsando a cualquier par de ojos que se atrevan a mirarlo fijamente.
Es un frío que te hiela, que aunque te frotes las manos y las piernas, no se va, persiste. Y no, no es el frío la ausencia de calor humano, el frío del que hablo es no sentir que tu corazón late de pronto muy rápido y justo después muy despacio, y es porque va al unísono con el corazón que tienes al lado, bailan al mismo compás, corren al mismo ritmo, es no sentir un soplo en la nuca en un cruce de miradas, es no sentir su aliento en el oído susurrándote algo, es... es no estar con él.
Odio este puto frío.
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